Se denomina así el período de tiempo que transcurre entre el inicio del imperio de Diocleciano (284) y la coronación de Carlomagno como Imperator Romanorum (800). En este período, se produce, en occidente, la transformación de la civilización greco-latina en la civilización cristiana occidental. El concepto de la “Caída del Imperio Romano de Occidente” pasa a ser el de la “Evolución del Imperio Romano de Occidente”.
El cambio más profundo y trascendental fue el traspaso de la soberanía del pueblo (patricios y plebeyos) en la República y, siquiera sea formalmente, también en el Alto Imperio al emperador, desde Diocleciano, y a los reyes y señores germánicos posteriormente. Esto tuvo un efecto no explícito de pérdida de los valores básicos de individualismo, austeridad, defensa de las instituciones, etc.
Durante la crisis del siglo III, se produjo una muy importante inestabilidad política y militar. Los emperadores eran nombrados por las legiones y llegó a haber 26 emperadores en 50 años. El imperio se dividió en tres. También se produjo una importante inestabilidad económica causada por una inflación desbocada y una disminución del comercio provocada por un aumento de la inseguridad en las vías de comunicación.Las luchas entre los distintos “emperadores” para imponer su legitimidad dañaron gravemente algunas zonas y algunas ciudades.
Por las causas anteriores, comenzó una lenta pérdida de protagonismo en las ciudades principalmente en la parte occidental del imperio. Se caracterizó por la ruina de ciertos talleres y artesanos incapaces de exportar a otras zonas del imperio sus productos y también por su debilidad financiera debida a la importante inflación. También terratenientes que encontraron mejor acomodo en sus posesiones en el campo que en una ciudad que perdía vigor y aumentaba en inseguridad. Es entonces cuando comienza un lento proceso de ruralización que se va a prolongar durante toda la Antigüedad Tardía. Las ciudades o desaparecen o disminuyen dramáticamente su población. Poniendo como ejemplo a Roma, pasó de tener cerca de 1,5 millones de habitante en el Alto Imperio a 50.000 al final del período.
Las ciudades eran y son un foco de cultura (creación, educación), de consumo de recursos del campo, centros de gestión, de recaudación de impuestos, de poder, etc. Así, al perder paulatinamente importancia las ciudades, todas sus funciones fueron perdiendo importancia y capacidad de influir en su entorno. Por ejemplo, al disminuir la función de la educación la consecuencia fue la desculturización y finalmente el incremento del analfabetismo. La cultura, no como creación sino como mera conservación, se refugió en los conventos, abadías y sedes episcopales.
El ejército fue actor preeminente durante la crisis del siglo III nombrando y derrocando emperadores. Diocleciano lo reestructuró disminuyendo el tamaño de las legiones, aumentando su número y creando grupos de intervención situados a cierta distancia de las fronteras para poder acudir donde fuera necesario reforzando la defensa. Esta disminución del tamaño de las legiones fue un factor que disminuía la probabilidad de rebelión contra el poder central.
Los jóvenes patricios romanos, desde la república, seguían el cursus honorum sirviendo en el ejército para alcanzar los méritos necesarios para continuar con su carrera política. Por lo tanto, los mandos de las legiones siempre fueron patricios romanos. Sin embargo, esto fue cambiando a lo largo de la historia del imperio hasta el extremo de que tanto Estilicón como Aecio, los dos jefes militares más brillantes del final del Imperio de Occidente, tenían origen germánico. De la misma forma, el conjunto del ejército se fue germanizando ya que las levas tenían un fuerte contenido germánico.
Roma se retiró de Britania hacia el 400. Estilicón para defender Italia de los ostrogodos retiró parte del ejército de limes del Rin facilitando el paso de suevos, vándalos y alanos en el 406. Aecio comandó las legiones, en alianza con las fuerzas visigodas de Teodorico I, en el 451 para detener a los hunos de Atila; siendo ésta la última gran batalla de las legiones.
El cristianismo desde la última gran persecución de Diocleciano se extendió libremente apoyado por las decisiones de Constantino I y de Teodosio I llegando a ser la única religión oficial en todo el imperio. El emperador Constantino I convocó y mantuvo bajo su protección el concilio de Nicea que definió el dogma cristiano. El emperador Graciano cedió el título de Pontifex Maximus, como máxima autoridad religiosa, al obispo de Roma. Así, muchas de las dignidades civiles en las provincias del imperio recayeron en las máximas autoridades cristianas, o sea, en los obispos. Esto produjo el comienzo de un césar-papismo que se mantuvo en el Imperio de Oriente hasta su desaparición; pero, que en el Imperio de Occidente dejó de tener sentido cuando despareció la autoridad imperial.
La imposición del cristianismo como única religión oficial produjo la desaparición de la mayoría de las obras del pensamiento “pagano” consideradas opuestas al cristianismo (obras de Platón, Aristóteles y muchos más). Sobre muchos templos “paganos” se erigieron templos cristianos.
El cristianismo chocaba frontalmente con valores presentes en la sociedad romana de la República y del Alto Imperio como la igualdad entre las personas (patricios, plebeyos, libertos, esclavos …), la religión politeísta comúnmente admitida, la divinidad del emperador, etc.; imponiendo una religión monoteísta e igualitaria.
Cuando desapareció la autoridad imperial centralizada, las infraestructuras romanas que facilitaban el comercio y el movimiento de las legiones, se mantenían, pero la falta de seguridad impedía el comercio y, por lo tanto, las ciudades languidecían y disminuían su población. La falta de una hacienda centralizada dificultaba enormemente la acuñación de moneda y esta falta de circulante, junto con la falta de los funcionarios encargados hacían casi imposible la recaudación de impuestos, aunque solamente fuera para las autoridades regionales.
El ejército central había desaparecido y los diversos reinos germánicos imponían su autoridad por separado y luchando entre sí. Los grandes terratenientes aceptaban la autoridad de los reyes germánicos y en su producción se imponía la autarquía.
El último hito del pensamiento greco-latino y primero del cristianismo medieval, tratando de compaginar el pensamiento neoplatónico con el mensaje original del cristianismo, fue Agustín de Hipona y su agustinismo político, que vertebró la política básica durante la Edad Media.
El final de la Antigüedad Tardía y el comienzo de la Edad Media se caracteriza por:
– Traspaso de la soberanía desde el pueblo/emperador hasta los reinos germánicos
– Casi desaparición de las ciudades como centro cultural y de gestión
-Falta de escuelas, disminución y casi total desaparición de la educación. Analfabetización
-Práctica desaparición del comercio y del circulante metálico
-Aparición de un poder “ético” centralizado y cristiano encarnado en el Patriarca de Roma
-Refugio de la cultura de conservación en conventos, abadías y sedes episcopales
-Desaparición de la esclavitud, como fuerza productiva, y aparición de la servidumbre
Se asocia el comienzo de la plena Edad Media a la coronación de Carlomagno como Imperator Romanorum en el 800, con la nostalgia de una autoridad central, y que posteriormente continua en el Sacro Imperio.
May/21
Regia Ferani/FPR